- Despierta, se me está quedando dormido el brazo.
Consigo que se desplace ligeramente dejando que la sangre llegue a mis dedos. Es como si algo pequeño te comiese el brazo.
Sigo cansada, no me apetece levantarme. Sin embargo cojo el teléfono. Mierda, la dije a mi madre que llamaría cuando llegase. Nada, no lo coge.
¿Y que hago cuando me aburro?, me pongo a mirar las fotos del móvil. Me las se de memoria, pero no hay día que no lo haga.
Quién iba a pensar que Jesús tuviese tan buen gusto. Esto es genial, pero no sé cómo le voy a devolver el favor.
Después de dormir una se queda fría, pero con este calor una se queda pegada a la cama.
Me voy al baño, enciendo la luz. Enfrente, una bañera para siete, toallas azules, dos bidés y un secador al lado del espejo.
Son las siete, aún estamos a tiempo de bajar a la piscina, pero este muermo no se despierta.
Cuando yo me iba a su casa a dormir era él el que se quedaba despierto mirándome. En cambio la primera vez que dormimos juntos yo estaba nerviosísima. Creo que tenía hasta apuntado todo para que saliese perfecto.
En fin Serafín, soy muy despistada, si no seguramente algo se me olvida.
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