Acuesto al niño, arrimando la cuna a mi cama. Me arropo, pero no estoy agusto, sigo teniendo frío, esa colcha no consigue abrigarme.
Me decido a salir de la habitación y me dirijo hacia el final del pasillo. Su puerta esta cerrada, pero se que él está ahí dentro.
Abro la puerta, con el dedo índice en la boca, marcando silencio. Mueve la cabeza corriendo, para ver quién se ha permitido entrar a su habitación. Está girado hacia la derecha, viendo la tele.
Se queda callado y me permite entrar. No se si llega a sonreirme, no consigo fijarme. Pero dejo de pensarlo y me dirijo a su cama. Paso una pierna y luego la otra y me tumbo en el lado izquierdo. No lleva camiseta, le toco, está templado. Me abraza, dejo de tener frío.
- Vente a mi cuarto por favor.
- No, están tus padres abajo Paula.
Bien, esa era una buena excusa, mis padres no podían saber que íbamos a dormir juntos. Hundo la cabeza entre su hombro y la almohada. Prefiero callarme todo lo que le tengo que reprochar, y pensar en la excusa que le voy a decir a mis padres cuando me encuentren mañana por la mañana en su cama, abrazada a él.
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