La noche anterior no tuvo ni punto de comparación, puesto que ni me pregunté a mi misma si había mentido en algo.
Terminé de cenar y me dirigí al salón a ver la tele. "¿Qué es el arte? Helarte es morirte de frío" decían. Era la decimoquinta vez que oía eso, aún así me seguía haciendo gracia. Llegó sin prisas, pero seguro que se creyó que me hice la tonta. Pero la verdad es que a veces puedo llegar a ser sumamente idiota. En cambio no había oído nada.
Se sentó en el sofá a mi lado y le di la posibilidad de irnos a la cama para poder dormir de una putísima vez. Había tardado un montón en llegar y encima era la única vez que no sospechaba nada. Él que es un cencerro (como dice mi tía) decidió quedarse en el salón. Me fui a la cama, que estaba fresquita por dentro, pero no me terminé de dormir hasta que vino él.
Me hice la dormida, se metió en la cama, me acarició la cara y me besó en la nariz. Bonito fue, o al menos hasta que empezó a roncar.
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